Fede cuenta cómo aprovechó la final olímpica en Londres 2012 para potenciar su carrera y la gimnasia. Más allá de seguir en alto nivel a los 34 años, hoy es coach, empresario y hasta referente de la ayuda social en el país.
Fue justamente hace seis años cuando la vida le cambió a Federico Molinari. Aquel arribo a la final olímpica en anillas, su especialidad, fue un hito en la historia argentina y lo catapultó a otro nivel. “Sin dudas me cambió en todo sentido y significó un antes y un después en mi carrera”, recuerda sobre su 8° lugar en los Juegos Olímpicos de Londres. A partir de ahí el gimnasta tuvo una visión que pocos alcanzaron, una inteligencia para saber que era necesario aprovechar un boom que, él intuía, sería efímero. Y así fue que, además de seguir manteniendo un alto nivel deportivo, incursionó en el teatro (Stravaganza) y la televisión (Showmatch y Combate) con el objetivo de ser más popular y llevar a la gimnasia a otro público. No sólo lo logró sino que, con los años, supo reinventarse hasta convertirse en mucho más que un gimnasta. Hoy, mientras se prepara para clasificarse para los Panamericanos 2019, Molinari se desenvuelve como empresario, coach, cuasi directivo y hasta como referente de la ayuda social en el país.
“¿Cómo lo hice? Lo primero, lógico, es el resultado, aquella final olímpica llevó a la gimnasia a un plano que nunca estuvo, pero yo supe que eso duraría poco, porque no es un deporte popular además de ser atractivo sólo por un rato. Ahí fue cuando apareció mi personalidad. Me animé a probar cosas distintas, a meterme en la tele, en el teatro. Y así llegué a otro público, que no es del palo del deporte, y el universo se amplió bastante”, explica el santafesino de San Jorge, que hace un mes acaba de inaugurar una tercera escuela de gimnasia. La de Don Torcuato fue la primera, hoy con más de 200 alumnos. La segunda, en Recoleta, y ahora la de Caseros. “Hoy me ayuda desde lo económico y, a la vez, a difundir la gimnasia, a poder expandirla. Es un sueño poder desarrollar una cadena de escuelas de gimnasia artística, algo impensado hace años”, explica Molinari.
“Me falta una medalla panamericana”, dice mientras sigue entrenando. La buscará en Lima, el año que viene. Primero debe clasificar.
Fede reconoce que está en el tramo final de su carrera. “Quizá me quede uno o dos años. Me gustaría conseguir una medalla panamericana, que es lo que me falta. Ojalá pueda lograrlo el año que viene en Lima”, dice. Para eso lo primero será clasificarse para los Juegos Panamericanos y la cita será desde la próxima semana en Lima, Perú. Pero Molinari disfruta el hoy. En 2017 estuvo a punto de retirarse porque creía que no podía seguir en el máximo nivel. Sin embargo, haber logrado una de oro en el Panamericano de gimnasia en 2017 y la de plata en los Odesur completó su renacer. “Ser segundo detrás del brasileño Zanetti, campeón olímpico en Londres y una eminencia en anillas, me hizo muy bien. Me dio ilusión de poder buscar una medalla panamericana. En Toronto tuve problemas físicos y no pude. Voy por mi último intento”, cuenta a los 34 años.
El mayor mérito de Molinari es que, mientras entrega lo último como atleta, prepara lo que vendrá después. “Es difícil dejar el deporte, por eso a mi edad sigo entrenando, pero siento que en mi caso la transición va a ser más fácil. Veo un futuro laboral con mis gimnasios, tengo muy claro que mi objetivo como coach es llevar a Julián Jato hacia grandes metas y además formé una familia muy linda con mi esposa. Son cosas que me permiten enfocarme en otras cuestiones. Es obvio que voy a extrañar competir, pero no lo veo tan complejo. Me vengo preparando para este desenlace”, relata con seguridad. Con Jato, la nueva joya de la gimnasia (18 años), trabaja desde el 2006. “Es un placer entrenarlo, no falta nunca, entrena al 100% y, además tiene cabeza y talento”, dice sobre el chico que este año logró una medalla en su primer torneo internacional.
Además, Molinari es “coach” de sus pequeños hijos. Fede sorprendió en las redes sociales con fotos y videos de Valentino (3 años) y Ciro (1). “Es un flash verlos hacer gimnasia como yo, desde tan chicos. Ciro ya hace el rol adelante en la alfombra de casa y Valentino hasta participó de un torneo. Son fuertes y les gusta, no se intimidan ni con los golpes. Yo los incito porque le doy tanta importancia a que estudien como que hagan deporte. Además, hoy te permite sacarles un poco la tecnología, que es problema grande porque muchos chicos están todo el día con el celular o la tablet”, explica quien hace meses sintió mucho la muerte de su entrenador, el ruso Vladimir Makarian.
Su labor, además, va más allá de los aparatos. Jugó una carta fuerte a nivel dirigencial al ser líder de un grupo que busca una renovación en la Confederación de Gimnasia. “Me comprometí cuando vi que la lista renovadora era encabezada por un mujer de 84 años que llevaba 30 al frente de la federación. Armamos un equipo para mejorar la gestión. La gimnasia mueve más de 20.000 personas en el país y debemos verla de una forma más profesional. Nos faltaba una dirigencia consciente y con mentalidad de futuro. Mi rol fue ayudar sin un cargo. Ojalá el futuro sea mejor”, comenta.
Sin dudas que Fede está dejando un legado, afuera y adentro de la gimnasia. Como la huella que perdurará con su ayuda social. Molinari es parte de la Huella Weber, el programa solidario de Weber Saint Gobain que tiene a buena parte de los mejores deportistas olímpicos del país ayudando desde la responsabilidad social. “La empresa nos ayuda a ayudar, a devolver, a mejorar las condiciones de vida de mucha gente humilde”, dice Fede, quien eligió la Fundación Manos en Acción en Manzanares, una ONG que trabaja desde el 2010 para ayudar en la inclusión social y el desarrollo humano. “Allí muchos chicos almuerzan, estudian y hacen deportes. Es un inmenso placer aportar un granito de arena para mejorar la infraestructura del merendero y, lo más importante, poder mejorar la vida de la gente”, asegura.
Está claro: Molinari se ha convertido en mucho más que un gimnasta de elite.